Excentricidad I

La excentricidad no es, como se suele pensar, una forma de locura. Habitualmente es una clase de orgullo inocente, tanto el genio como el aristócrata a menudo son recordados como excéntricos porque ambos actúan sin temor y no son influenciados por las opiniones y los caprichos de la muchedumbre. Una mente tan original que no puede ajustarse a las convenciones sociales.

Llevo años intentando comprenderme, y puede que por ello empezará a construir esta abominación neoclásica de magnitudes innecesarias. Siempre he sido un bicho raro, tengo comportamientos que se salen de la lógica y roza lo absurdo, obsesiones caras que desgastan mi bolsillo y mi salud – Sobretodo mental- y trascendentales muy marcados. Si ya sabéis, eso de los griegos, «Belleza, bondad y verdad» pero con un poco más de humo y menos togas blancas y laureles.

Hace años pensaba que las circunstancias de mi infancia me impedían comparame con los demás, cosa que paliaba mucho mi intranquilidad de ser uno más y ser aceptado. Cometí algún que otro error al ser «como los demás», incluso bebí ron y me importo el fútbol. Y no hace tanto culpe al aparentar de ser la causa de la mayoría de mis intentos de llamar la atención, menosprecie el hecho de que se me diera tan bien el dar una imagen un tanto «alternativa».

Siempre tuve una lista donde guarde todas mis rarezas con el fin de poder  justificarlas de alguna forma. Es larga, cuelga de una pared y no está muy bien iluminada; del tema de la iluminación del Ateneo os hablaré cuando comprenda cómo funciona. Y bueno, esta lo de fumar en pipa, lo de jugar solo al billar, lo de no dormir por … «soñar»– suena a tópico, pero es real, duermo muy poco y a deshora-. Tengo lo de pintarme los ojos a lo Johnny Depp, lo del vicio de las manzanas y el café. También esta lo de dibujar, escribir, usar tinta roja, lo de guardar el dinero en libros, pañuelos en el cuello, llevar siempre un poema en la americana, saber usar una espada y dispara con un arco. Monster -pero solo el naranja-, golpear el suelo con el tacón cuando llevo zapatos de vestir, obsesionarme con canciones, saberme numeros de telefono de memoria y llevar cascos pero sin tenerlos conectados a nada.

Nunca le puse nombre, pero lo tiene y se llama excentricismo. Y me gusta.

 

 

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