Lady Madrid

Necesito café, me digo mientras busco la cocina en aquella casa. Las vistas eran espectaculares, la cocina se abría en una galería con vistas a la playa. El sol empezaba a salir. No fue difícil hallar la cafetera, ni café. Solo abrir aquel recipiente me hizo sonreír, y pensar que le iba a decir cuando se despertara. Había pasado de joven noches de insomnio imaginando conversaciones para aquellas mañanas, diálogos pactados hechos para servir dos tazas de café.

Taza en mano salgo a la terraza, el frío de la mañana me hizo despertar junto a los primeros tragos amargos del café. Me enciendo un cigarro y me siento en la barandilla. Me deleito en mover los pies ante la caída y en dibujar el horizonte con aros de humo blanco. Pienso que qué hago en esa casa, él porque tengo la voz ronca y porque noto sensible el cuello ante el roce de la camisa. Pero se la respuesta a las tres, me enamoro con facilidad, responde a la primera, y a las otras dos la respuesta es Lady Madrid de Pereza.

Era extraño, esta vez no quería huir. No quería aplicar la excusa de ser un cabrón a otro corazón más. No me importaría esperar en aquella terraza al próximo invierno, siempre que hubiera café tres veces al día. Mientras alternaba sorbos de café con un cigarro más mi mente sentenció que era idiota, asentí mientras veía como el fuego transforma el blanco del papel en el gris de la ceniza. Quien iba pensar que él que se presentó como poeta con sed de musas y miel en cada palabra, estaba dispuesto a vender todos sus versos por el respirar de aquella chiquilla de voz dulce. Como esperando encontrar un mapa del tesoro en su espalda encontró el laberinto de hojas verdes más sencillo del mundo. El corsario era ahora jardinero y buscaba comprador para su barco pues quería pasar sus días cuidando las flores de aquel paraíso.

¿Pero que tenía esa chica para que llevara cuatro pitillos y dos cafés como desayuno? No era su no rotundo de hace varias semanas. Ni sus mejillas rojas ante mis susurros constantes. No fueron mis versos que lamían, como lame el mar a las rocas de un acantilado. No era su afán de jugarse su corazón con cada gilipollas como yo que pasara por su vida. No eran sus vestidos cuando iban a juego del lazo que sujetaba su pelo ni cuando vestían el suelo.

No lo sé.

Solo sé que culpare a Cupido de dispararme por la espalda mientras brindaba por tu sonrisa, aunque la herida la flecha se disimile entre tanto arañazo. Y negare la respuesta a aquel que pregunte por qué ya no cuelga de mi portal el cartel de se buscan musas.

Quién sabe, a lo mejor mis manos se acostumbran a que entre las quemaduras que me causó al fumar y el frío de los hielos de algún JB, haya algún pinchazo de un rosa.

Un comentario en “Lady Madrid

  1. «No era su afán de jugarse su corazón con cada gilipollas como yo que pasara por su vida.» Ojalá cada uno encontremos a nuestro gilipollas correspondido y le demos una patada a Cupido.

    Muy buen post, un saludo 🙂

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