Ella

Un pasado jueves, mis amigos me llevaron a un lugar en los que el whisky es una buena compañía y la música la sustituye un micrófono que tiene como acompañante una silla y la atenta mirada de todo un bar. Ellos insistieron en que saliera y muy a mi pesar me pidieron turno. Y como era de esperar llegó, tome mi vaso y subí a aquella pequeña tarima, me acomode en la silla y ajuste el micrófono.

«He visto subir aquí poetas con los versos escritos en un cuidadoso papel. Yo, en cambio, subo con un whisky, que es el poeta. Y yo soy el papel arrugado que el destino usa como borrador para escribir sus más caóticos versos.»

Tomo un sorbo, y al tragar olvido que hay gente escuchándome.

«Hoy hablaré de ella, la que siempre fue la mejor contraseña para todo.  Es obvio que antes que yo la han alabado otros, tal vez todos, cada cual a su modo. Es ella la que te obligo a ser poeta, la que, con 15 años, tenía el monopolio de tus sueños, la que causaba taquicardias en clase. Era ella estando a varios pupitres de ti, o miles, daba igual. Porque tú te pasarías las clases de historia pensándola, las de lengua envidiando a todos los poetas desde Lord Byron a Bequer, y las de matemáticas mirando por la ventana y soñando.

Pasó el tiempo y cambio los bics en sus labios por el rojo carmín, las faldas de cuadros por tacones de infarto y vodkas con limón. Pero aún era ella, la que te hacia ser mejor, te obligaba a estar a su altura. Y siendo sincero eso era muy arriba. Y como empezaron los juegos, te robaba sorbos de tu copa y los pagaba con una cálida  sonrisa. Y entonces te volvías loco. Loco por tener como aliado pájaros en la cabeza y demasiadas mariposas en el estómago, por medir cada conversación y tener que ser alguien que todavía no eras.

Y como, tu mayor tesoro, era volver andando a casa, tenerla al lado y estar solos.  Oír su risa, y ver día tras día cómo se despide de ti con ese guiño de ojos, y joder que ojos. Nunca pudiste borrarte esa puta sonrisa de tonto cuando te pedía tiempo muerto en una fiesta, cuando eras su mejor plan para un aburrido domingo. Como había esa canción que era la excusa perfecta para cantarla al oído, bailar entre bellas indirectas y recordar que la primavera ya os iba a pillar enamorados. Que aunque solo fuera en esto, teníais los deberes hechos.

Y llegaron los planes alternativos, los órdagos a las locuras que siempre habías soñado. Llego la libertad de no tener hora, de ser nuestros guías, de poder dejar el norte en casa porque ya tenías una luz que te alumbraba. Llagaron los días de cazar amaneceres, el pasar frío en invierno por no volver a casa.  La prosa, los versos y las flores. Llegaron las horas muertas, porque morían en su espalda, llegaron los cafés recién hechos y el llegar tarde a todo los sitios porque costaban las despedidas.

Hablo de ella porque siempre fue perfecta, siempre tuvo el pelo despeinado y una mirada de no saber en qué año estábamos. La escribo, la recito y la estudio porque siempre me dejos sin habla, siempre fue capaz de derrumbar todos mis muros y jugar con todos mis cicatrices sin darles mayor importancia.  Sus curvas las podría pintar cualquier poeta con dos versos de frente, y de su sonrisa u ojos se  podría enamorar cualquier ciego que la viese.

Pero se quedarían cortos, no sabrían que el fuego siempre esconde hielo. Y la risa, aunque clara y sincera, siempre puede intercalarse con las lágrimas que empapan hasta los huesos, y lo bello del café es que es amargo. Que vendrán las noches de lamerse las heridas, de fumar ducados y golpear paredes. Vendrán las dudas vestidas de celos, el rímel pintado en las mejillas y las lágrimas inundando la acera. Pero no creo en el amor sin celos, sin broncas y sin alguna palabra más alta que otra. Porque no valdría de nada escribir sobre Calíope sin recordar que es una mujer, y siendo sincero no valdría de nada vivir sin estar enamorados una.»

Mi propio silencio me recuerda que hay gente detrás de esas luces, bebo un trago más mientras me levanto y bajo de la tarima. Hay aplausos y la enhorabuena de mis amigos, sonrío y tomo un trago más mientras mi mente repite esa última frase y recuerda que queda poco para el 8 de Diciembre.

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