“Si escuchamos a nuestro intelecto, nunca tendremos una historia de amor. Nunca tendremos una gran amistad, un buena historia que contar. Un pasado que recordar. Hay que saltar de los acantilados todo el tiempo y construir las alas en plena caída.”
Al amanecer me acerco al buzón. Es rojo, con un icono extraño muy desgastado justo debajo de la ranura. Tiene cerradura, pero siempre esta puesta la llave. ¿Quién me va a robar el correo? Hay un carta de Dios. Me escribe a menudo, en las cartas me pide que haga cosas, en los paquetes me trae regalos y whisky.
Aun recuerdo la primera carta que llego de Él. El sobre era blanco, la tinta de la carta brillaba como si aun no se hubiera secado. Al abrirla, vi mi nombre escrito arriba, pero el de la piedra blanca. La fecha ponía desde la eternidad, pensé: «Tiene sentido, Dios no tiene tiempo». Me pedía que construyera una columna enorme, que me ocupara todo mi tiempo. Que en ella pusiera todo lo que me importara. Me advirtió que si la respuesta era un «si«, probablemente me quedaría sin mármol para construir otras columnas que tenia en mente desde hace años. En la carta ponía que el “no” era una respuesta valida. Acababa con dorado, tres nombres, una firma.
Me pase meses sin decidirme, si quería responder o prefería dar largas a la carta. Al final, empuñé la pluma y garabateé un “ahora no”. Al cabo de meses llego otra carta, igual en forma y de parecido contenido. La deje en la mesa junto a la otra. Las noches se me hacian eternas viendo los sobres, viendo su lacre dorado, su tinta brillante. Bueno, si lleva esperando desde la eternidad, no habrá tanta prisa.
No entendía que pasaba, si podía decir que no ¿Por qué no escribía una diciendo que no contara conmigo?¿Por que no hacia caso a lo que me decía la razón? Justo encima de ellas un piedra que ponía “locura”, y cada vez que cogía la pluma una voz gritaba “Tu vida es genial así”.
28.VII.2012 fue su fecha. Redacte la carta, después de que la noche no me dejara en paz, después de que el sol me cegara y las estrellas desaparecieran del cielo. Puse un «si», sin condicional, sin miedo porque estaba ya en el aire. Al sellarla con lacre una nota apareció en la columna de las relaciones. En ella estaba escrito “No olvides que construir una columna no es un acto de un día, si no la constancia de muchos.”, sigue allí desde entonces.
A día de hoy sigo en el proyecto de construir esa columna, no siempre quiero. No siempre puedo. Pero sigo pensado que no me equivoque al poner un si a esa carta de hace años. Abro la carta. Quiere que lije una parte de la columna que no le gusta, dice que hay cosas que no deberían estar.
Enciendo un purito de vainilla. Bueno ¿Dónde coño puse la lija?