Me levanto cansado, me incorporo y miro a mi alrededor. Huele a café, la casa donde sé que vivía hace años me resultaba ajena. Hay una señora de mi misma edad en la cocina. Tiene el cabello oscuro, una cara envejecida y unos ojos claros que denotan cansancio. Me brinda el desayuno y una sonrisa mientras me dice que lea una carta. Sorbo el café con mucha calma y dócilmente me dispongo a leer el documento, suponiendo que es la señora que me cuida la casa y recoge el correo.
“Hola, te llamas Alberto y naciste en Madrid en 1995. Cuando tenías 56 años te diagnosticaron una enfermedad en la que perderías la memoria. Esta carta la escribiste meses después de la noticia para que no fueras un desconocido, tu nombre está tatuado en tu antebrazo derecho junto a una marca idéntica a la que aparece en al final de la carta…”
Paro de leer, me regazo la manga derecha donde se lee claramente mi nombre con dos apellidos junto a mi firma. Coincide a la de la carta, levantó la vista al calendario y compruebo el año, tengo 61 años. Sigo leyendo.
“… La mujer la que vives se llama Laura Sanchez Abril, es la mujer que has amado toda tu vida, su nombre aparece en tu antebrazo izquierdo junto al de tus hijos y nietos…”
A si es, en negro se lee un “Amas a Laura Sanchez Abril” junto a una tabla de nombres y apellidos, divididos en columnas por “hijos” y “nietos”.
“… Mira el calendario. De ser 14 de febrero- San Valentin-, 15 de mayo – Aniversario de Boda- o 5 de octubre – Su cumpleaños, tu día de hoy se basa en regalar rosas rojas a esa mujer e ir a comer o cenar fuera…”
Con la carta en la mano me levanto y busco el día en el que estamos en el calendario. De la lista de 30 días había tachados los 8 primeros, supongo que estamos en 9 de noviembre. Sigo leyendo:
“…Si no es ninguno de esos días acércate a ella y dila. “Lo siento, gracias por seguir a mi lado y te quiero”. Puede que no sientas nada de lo que digas pero has amado a esa mujer y ella aun lo hace.
Déjate guiar por ella, antes de perder la memoria también lo hacías. Recuerda que crees en Dios y practicas.
Suerte”
Dejo la carta junto al café, me acerco a la señora que debía de ser Laura y le rezo al oído “Lo siento, gracias por seguir aquí y te quiero”. A terminar la pregunto:
-¿Desde cuándo hago esto?
– Desde que te enamoraste de mí- Dijo mientras recogía cosas en la cocina- O sea, más de 40 años.
Me sonrió, tuve la sensación de que aquella sonrisa me era particularmente cálida, se la devolví gentilmente y volví a mi café, mientras tocaba con los dedos las letras de mi nombre escritas en mi antebrazo.