En uno de los múltiples libros que tengo a medias y hoy he retomado, he leído, tal vez, lo que me hubiera venido bien leer hace un par de años. Y he pensado hacer una carta que debía haber recibido el día que cumplí 15 años.

   Eh, tú, creo en ti. Y creo que aunque de fachada busques diversión, placer, objetivos a muy corto plazo y el aparentar ser alguien,sé que en el fondo añoras ser alguien, ser tú. Y que sepas que la juventud no está hecha para el placer y el conformismo si no para el heroísmo. Confió en que entre la desilusión y el desaliento, entre borrachera y fiestas, todavía queden huecos para grandes ideales: valentía, coraje, optimismo, amor, generosidad… No te pudras en la mediocridad, no caigas en el «yo no valgo para eso»,ni cometas el error de ser realista.
   No dejes que nadie te diga qué hacer y hasta donde llegar. Pero escucha a los que admiras, no seas tan prepotente para no creer que no necesitas ayuda. Debes comprender de que eres capaz de hacer de todo, tienes 15 años, suerte y muchos errores por delante por cometer, y aun no es tarde para comerte el mundo y realizar aquello que siempre has querido,es el momento idoneo. Porque si algo lo deseas con todas tus ganas el universo va a conspirar para que lo consigas. Y que sepas, al final, todo saldrá bien, y si no ha salido bien es porque no es el final.

El escribir esto me ha hecho darme cuenta de que la carta también me hubiera servido con 18, 20 o 24, porque nuca se puede olvidar los grandes ideales, no se pueden guardar las esperanzas en un oscuro cajon y  decir «hasta aquí he llegado», ya que ser joven no depende de la edad.