No hace mucho escuche una historia que explica muy bien donde esta el limite del amor de una madre:
«Un hombre que estaba locamente enamorado de una bella y cruel mujer le pide casarse, ella acepta, pero con una dura condición, como muestra de amor, tenia que entregarle el corazón de su madre.
El joven ciego de amor fue a donde estaba su madre, la mato y la arrancó el corazón. Corriendo con el corazón en la mano para dárselo a quien seria su futura mujer, el hombre tropezó cayendo al suelo, y en ese momento desde el corazón se oyó una voz: hijo ¿Te has hecho daño?… «
Creo que no es necesaria ni explicación ni moralejas. Y es que casi no tenemos en cuenta las horas invertidas, noches en vela, sufrimientos y sacrificios que han hecho por cada uno de nosotros nuestras madres. Ni aun que, el resto de nuestra vida, las despertamos con desayuno y flores en mano y plantándolas un sonoro beso en la mejilla, y no empezaríamos a pagar todo lo que las debemos.
O ya no recuerdas que renunciaron a sus sueños para que nosotros cumplamos los nuestros, que han gastado muchas horas de sueño, invirtiéndolas en mimos y caricias. O no recuerdas las veces que entre sus brazos nos hemos calmado, pasando de ser fieras bestias a inofensivos cachorros. Ni tampoco esos arropos, cuentos y besos en la frente para despedir un largo y duro día. Y como el comer, gracias a ella, se convertía en un juego.
Acaso ¿No se han convertido alguna vez en corredoras de elites detrás de nosotros? O ¿Nosotros no hemos corrido para ponernos detrás de ellas y sentirnos protegidos de todo mal?.
Como conseguían mediante amenazas y mentiras piadosas, como el coco o el carbón de los Reyes Magos, que el ser mas intransigente del mundo entrara en razón. Como mediante una canción o un conjuro más un beso curaban cualquier dolor o herida. Como con una paciencia infinita respondían, cual oráculo de Delfos, a todas y cada una de las impertinentes preguntas de un niño.
O tampoco recuerdas como mostraban interés, a veces falso, por todas esas cosas que a nosotros nos importaban. Acaso no recuerdas que se ponían ese mítico y feo collar, hecho con macarrones que lucían en su cuello como la mas bella joya jamas creada por el mero hecho de ser un regalo de su hijo, claro si tenia suerte de que la cola blanca no se la pegara al vestido. Aun que con el tiempo nos hemos redimido en eso, y si regalamos algo suele ser comprado, y normalmente con poco dinero, pero una vez mas lo que importa, mejor dicho lo que ella valora es la intención, el detalle y lo hace como nadie mas sabe.
Aun que ser madre a veces traía consigo enfadarse o alguna regañina, algún castigo que otro, siempre había una formula que solucionaba, al menos en parte, la picia en cuestión que habíamos hecho, y era bajar la cabeza, decir en voz baja y no siempre al cien por cien seguros de que fuera cierto: «lo siento», mientras la dábamos un beso, eso por mucho que dijeran y no nos levantaran ese severo castigo, conmovía hasta la mas estricta madre.
Y se me rompe el corazón al saber que hay gente, sobretodo jóvenes que tratan tan mal a sus madres, que las tratan como niñeras o chicas que les limpian y cocinan, que las exigen las cosas, y ellas haciendo las cosas con muchísimo amor e ilusión, para que luego obtengan solo de recompensa, gritos y feos por parte de lo que mas quieren en este mundo, osea, nosotros.
Porque no miente cunado dice que no se han sentado en todo el día, o que solo nos piden estudiar…
Y es que tenemos que tenerlas en altares, porque nos lo han dado todo y porque ser madre no es fácil.,porque madre solo hay una, bueno unos pocos afortunados tenemos dos.