A la única cita que no llegaba tarde era a despedirme a la estación, una vez al año. Justo cuando el verano nos obligaba a tus faldas de vuelo y a mis dos hielos en el café. Es el final de nuestra obra de teatro preferida, esa que siempre empezamos a representar cuando llega el invierno, tras la escena del primer beso. Que por exigencias del guión siempre es robado, en la calle y después de levantarse el telón, recordando que todo es una mera actuación.
Volvamos a lo obvio que al ser una obra de teatro lo que ha de ser explicado, y es que tú estas aquí porque no quieres que me marche y yo lo hago porque creo que necesitamos que septiembre nos aclare las ideas. El sol cae por donde llega el tren que es en la historia lo menos importante. Y como somos actores no tememos a decir lo que sentimos y ya sabemos lo que está obligado a responder el otro. Y como era de esperar hay beso, la parte que peor hacemos de toda la escena. Demasiado real para ser teatro y demasiado perfecta para ser real