Tampoco se nos da tan mal.

Tal vez nos tachen de anticuados, viejos o de esperpentos.
Habrá quien nos diga que lo hacemos por puro «postureo«, o porque somos unos antisociales.
Otros pensarán: ahí están los raros estos del whisky y la rima…

Pero yo os digo: no somos ni lo uno ni lo otro,
simplemente nos gusta lo hermoso de la vida,
amamos saborear el gusto a madera en la bebida,
codiciamos un buen libro de poesía,
soñamos con un relato, bien sea realidad o bien fantasía,
creemos en la Humanidad aunque ya nadie se fía,
no somos ni el Club de La Lucha ni el de Los Poetas Muertos,
tan sólo somos injertos,
cachos de unos dentro de otros,
no somos bohemios,
ni reyes de los ingenios,
solamente somos admiradores de la belleza de esto y aquello…
escalamos montañas para robar un rayo de sol,
amamos cómo ya sólo los niños son capaces de hacerlo,
escribimos en Moleskines, con plumas y tinta de sangre,
nuestros sueños, los pensamientos, las (des)ilusiones y todos los recuerdos,
miramos la vida a través del vidrio del culo de un vaso,
para tener perspectiva, para verla desde otro punto de vista,
no decimos la cosas, las hacemos, pues así ya quedan dichas,
risas, lágrimas, pensamientos a las 5 de la madrugada,
paseos a la luz de la Luna, cada 28 días, cafés con hielo,
Carlos V o Lepanto, Singleton o JB, Hendricks con tónica o Dry Martini,
conversaciones absurdas con palabras sueltas,
pantalones de infarto y lámparas demasiado bajas,
ahí está él, con su barba negra,
su traje gris y su sonrisa rota…
noches de plumas al viento con aires de soberbia,
rasgan las hojas de nuestra vida al pasar,
la suma de soledades da como resultado ninguna,
¿y si…?
preguntas fundamentales para el ser humano, como:
¿Quién le pone el barril de cognác a los San Bernardo?, ¿Nacen con ellos?
y nosotros qué sabemos,
somos aquellos que nos conformamos con dibujar sonrisas,
en la cara de cada persona con la que nos crucemos al pasar…
Nada más.

Escribo esto sentado en el tejado, con una vela, una pluma, una Moleskine y el ordenador, viendo el atardecer esperando a tumbarme bajo la noche estrellada. Solamente solo.
Enrique Vasallo